Vincent Van Gogh murió abrazado de su hermano Theo la noche del 29 de junio de 1890. Tenía 37 años y su vida fue un tormento, la paz que todo hombre busca, al parecer, solo la encontró en los últimos minutos de su vida. Su hermano, Theo, fue un marchante, su mecenas y lo más parecido al amor genuino que pudo tener en vida. La relación de estos hombres está sellada en cientos de cartas que sé escribieron. El 25 de enero de 1891 Theo también muere. Habrá sido la sífilis que tenía, o el dolor profundo de perder a su hermano.
Steven Naifeh y Gregory White Smith escribieron la biografía de Van Gogh publicada el 2012. Esta nueva reimpresión del 2022 de Taurus es un libro simplemente precioso. En casi 1000 páginas, los autores recorren la vida de los Van Gogh, desde los padres hasta el recorrido de la infancia y la muerte de Vincent. Su recorrido artístico, desde sus primeros dibujos y su incursión en el monocolor hasta la creación de sus obras más emblemáticas como la Noche estrellada, la silla o los girasoles, entre tantos. Cada página en la que se avanza hace que veamos su pintura con otros ojos como el sueño de la casa amarilla de Arlés, plasmado en el cuadro con el mismo nombre.
Vincent, hombre con problemas de salud mental, el cual fue internado en al menos dos ocasiones para ser tratado. Sé argumento en algún momento que su pintura era desprolija y tosca. La pasión de su sus trazos se vio reflejada con furia en cada cuadro, no dejando incluso secar antes de pintar y terminar. Su loca idea de querer registrar todo lo que ve, lo hace un pintor muy prolifero. Si vida privada llena de excesos, de alcohol, hasta el punto de tomarse hasta las pinturas en los últimos años de su vida, cuando quería ser color y pintar las cosas como las sentía y veía. Su amor a los burdeles y las putas fue donde encontró algo de amor, aunque también mucho rechazo. Su búsqueda de la religión en su juventud fue heredada por su padre pastor. Vincent buscó vivir del arte, procedente de una familia de marchantes y galeristas, siempre quiso ser aceptado y reconocido por el medio y por la gente. Compartió con pintores como Paul Gauguin,
Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pissarro, Paul Cézanne entre muchos más. Ninguno de ellos creyó en su pintura, hasta su muerte.
Vincent había quedado flechado de la pintura La novia judía de Rembrand, como si en ella estuviera el amor que buscaba y los colores que le despertaban la imaginación de su nuevo mundo. Vincent le dijo a su hermano: mis pinturas valdrán cuando yo ya no esté. Como si el característico azul, amarillo y verde fuera a explotar después. Un adelantado a su tiempo, alguien que reescribió la pintura, considerado el principal exponente del postimpresionismo. Un loco diagnosticado, un hombre desequilibrado, con casi total falta de sentido de realidad. Sus padres, duros con él, su madre nunca confió en su talento y para sus hermanos o la mayoría de ellos, era mejor tenerlo lejos.
Los autores de este libro, recogen extracto de sus cartas, se sumergen en la segunda mitad del S. XIX en Europa. Recorriendo la vida desde Holanda, Inglaterra y Francia principalmente.
Me quedo con páginas repletas de pósit, con frases e historias de un hombre que buscó simplemente ser querido y aceptado. El azul pasó a ser Van Gogh, el amarillo comenzó a ser trigo y el verde se transformó en praderas. El rojo se intensificó en el corazón de Vincent año tras año. Theo, hermano generoso que trabajó para mantenerlo, y Jo, la viuda de Theo, lo apoyo siempre. La obra de Vincent necesitaba un poco más de tiempo parece. A menos de 10 años de su muerte, marchantes, galeristas, pintores y el público en general se rindieron ante él.
Canciones, libros, obras de teatro, bandas de música, poemas y un sinfín de expresiones inspiradas en su obra siguen apareciendo en el mundo. Han pasado 125 años de su muerte y sus colores siguen vivos, furiosos y tristes. Su obra rescribió la emoción y el dolor. Los Van Gogh siguieron vivos.
Nicolás Fontaine
Faro de La Nueva Extremadura
31 de diciembre de 2024